Corro, pero...

Corro sobre las calles, las inmensas calles de Londres, nadie me escucha. Estoy aterrada, tengo sangre en todo mi cuerpo, siento mi muñeca demasiado débil. Con cada movimiento arde intensamente, existe un calor que lo invade, cada paso que doy en la firme roca hace que mi hueso vaya rompiéndose más fuertemente.

¿Quién era?, ¿Qué era?, ¿Por qué reaccionó de esa forma?

No puedo pensar ahora, aquello me sigue como un lobo siguiendo a una liebre. Puedo recordar, me viene como si lo estuviera viviendo en este momento, su cara, su rostro, largos colmillos, sus ojos penetrantes, hipnotizadores. Me tomó como si fuese suya, me besó los labios, sentía como algo dulce manaba en aquel asqueroso beso. Mi sangre. ¡Tomaba mi sangre!

Tengo que correr más a prisa, aquello es demasiado rápido. Lobos, lobos por todas partes. Los escucho en mis oídos, amenazándome. No puedo resistirlo, lloro y grito del susto, del miedo, lloro a la muerte.

¿Y si no hubiera resistido? ¿Hubiera muerto de inmediato?

Lo intenté, intenté escapar, había quitado mis labios de los suyos, él me tomó de la muñeca, me la torció, me la rompió. Tiene mucha fuerza, pero no es humano. No, no lo es. Me sigue persiguiendo, no se que hacer, ¿seguiré corriendo?, ¿caeré y me rendiré ante él?

Necesito sobrevivir, necesito correr, no puedo evitarlo. Miedo, miedo es lo que siento, veo mi sangre en todo mi cuerpo, en mi fino vestido, nadie puede salvarme, nadie.

Me meteré en el bosque, ignoraré a los lobos, pero él es más rápido, puedo tropezar y él atraparme...está ahí, enfrente de mí.


-¿¡Que deseas!? ¡Déjame en paz!

Me ignora se acerca sin movimiento alguno, sonríe demoníacamente, me coge del pelo, me arrastra por el suelo. Grito de terror, grito con temor a morir con aquél demonio, pero nadie puede escucharme.

Al fin encuentro la navaja, rasguño su mano, él reacciona con dolor. Me paro, intento correr de nuevo. Él aparece de la nada, enfrente de mí, me coge por el cuello, con mi mano apunto de estallar de dolor, apunto de caer por la fractura, rasguña su cuello con la navaja, se empieza a desangrar. Debo correr, es inevitable el asqueroso olor de su sangre. Pero él me coge del pié, caigo al suelo, pegando mi rostro en el barro, empiezo a sangrar por la cabeza. Tengo que llorar, tengo que gritar por el horror que estoy viviendo, él se arrastra hacia mí. Con sus manos, sus huesudas y horrendas manos con unas uñas más filosas que mi navaja, me coge del cuello de nuevo, apretándome fuertemente, apunto de asfixiarme, lanza su mano hacia mi pecho y la entierra justo en mi corazón.

No puedo respirar... siento frío... siento dolor... siento... que mi corazón... se detiene...