Miré por la ventana y vi la luna llena. Me quedé un rato, no sabría decir cuanto, contemplándola, admirando su belleza. Miré la calle. Niebla. Apenas se veía nada. No había gente, no había ruido. Nada.
Entré en el baño y abrí el grifo de la ducha. Lo dejé correr unos minutos mientras me desnudaba. Entré y noté el calor envolviéndome, el agua resbalando por mis frías extremidades. No hice nada, sólo cruzar los brazos sobre mi pecho, abrazándome, sientiéndo el agua caer de la cabeza a los pies, escuchando el sonido, escuchándome a mí misma.
Cerré los ojos y me sumergí en mis pensamientos, en el caos de mi vida, mi vida de mierda. Viviendo en una casa de mierda, con unos vecinos de mierda. Trabajando en un bar de mierda por un sueldo de mierda. Rodeada de babosos que me tocaban el culo mientras soltaban risotadas, como si hubiesen ganado la Champions Leage.
Abrí los ojos. tenía las yemas de los dedos arrugadas, así que debia de llevar un buen rato allí metida. Cerré el grifo y salí para sentir de nuevo el frío. Pasé la mano por el espejo y empecé a desenredarme el pelo. Tenía ojeras, como siempre. La cara pálida y triste. Mi padre decía que era su muñeca, que iba a llegar lejos, que los chicos se pelearían por una mirada mía. Mi padre me quería mucho, pero adivinaba como el culo. No podía haberse equivocado más.
Miré en el armario. Saqué un jersey de lana negro y unos vaqueros negros y empecé a vestirme. Ropa negra a juego con mi negra vida.
Me calcé, me puse el abrigo y me quedé parada sin saber qué hacer. No sabía por qué me había vestido. No había ningún lugar al que quisiera ir.
Miré de nuevo al gilipoyas. Roncaba ligeramente. Me enfureció su cara de orgullo. No había ningún motivo para que estuviese orgulloso. Su vida era tan miserable como la mía, pero más pija. ¡Ah!, sí. Yo por lo menos sabía follar mejor que él.
Casi me dieron ganas de soltar una carcajada, pero no quería que se despertara y me mirase con su cara de vaca en el matadero.
Abrí la puerta y salí de casa. Bajé por las escaleras, despacio, preguntándome a dónde ir. Y cuando llegué al portal giré a la izquierda.
Caminaba despacio, con la cabeza alta, las manos en los bolsillos. Sorprendentemente estaba contenta, por una vez mis labios dibujaban una sonrisa sincera.
Notaba el frío en la cara, me helaba las orejas. La niebla me humedecía la ropa. La luna me iluminaba el camino.
Y corrí. Corrí tan rápido como pude. Pasé edificios, parques, pasé el bar de mierda donde trabajaba. Y mientras corría mi mente se liberaba, iba dejando atras todo, la gente, los lugares... Me dolían los pulmones, el sudor me resbalaba por la frente, ýa no sabía dónde estaba. Tuve que parar. Apoyé las manos en las rodillas y poco a poco intenté recuperar la respiración.
Todavía estaba jadeando cuando noté que alguien me miraba. En ese momento me puse tensa. Me incorporé poco a poco y miré a mi alrededor. No había nadie. Y sin embargo alguien me miraba, estaba segura.
Estaba en un parque. Por el aspecto que tenía parecía que no lo usaban mucho. Todo era óxido. Los toboganes, los columpios. Oxidados.
Y entonces escuché el gemido del columpio. Primero muy débil, poco a poco incrementando. Y le vi allí sentado. Era un hombre atractivo. Alto, moreno, no era musculoso, pero sí parecía fuerte. Llevaba una levita negra que le llegaba casi hasta los pies, el pelo negro cayéndole por la espalda. Y sus ojos. Unos ojos claros que parecían atravesarme, leer cada uno de mis pensamientos. Ojos inhumanos.
No dijo nada. Se puso en pie y me observó. Sus labios tenían una mueca irónica. Avanzó un paso, despacio, con elegancia, casi como flotando. Recorrió la mitad de la distancia que nos separaba sin dejar de mirarme. No estaba asustada, casi esperaba que llegara junto a mí.
Extendió los brazos invitándome a acercarme. Tenía unas manos delicadas, las uñas perfectamente cuidadas. Y parecía tan acogedor el sitio que me ofrecía...
Me sentía como una niña insegura. Eso no era propio de mí.
Sin darme cuenta estaba a su lado y pude verle de cerca. Tenía una cara amable y sabia, pero sus ojos eran tan inhumanos...
Me abrazó. Se inclinó sobre mí y me besó el cuello. Posó los labios sobre mi piel y me hizo estremecer.
- Te estaba esperando.
Esas fueron sus últimas palabras. Y luego volvió a acercarse a mi cuello, esta vez para morderme, dándome una nueva vida.
Ahora escribo esto bajo la luna llena. Han pasado muchos días y ya no soy la misma. Ahora cuando camino sé a dónde me dirijo.
Tal vez continúe más tarde con la historia, cuando ya no tenga hambre...
Portaros bien.
4 comentarios:
Has encontrado a tu chupasangres antes que yo, enhorabuena!
Lástima que yo no he visto todavía al "vampiro de mis sueños", pero estoy segura de que, como todos los vampiros, será como tú lo has descrito, muy cuidadoso con su cuerpo y muy atractivo (que no guapo). Lo estoy deseando...
Besiños, pero sin ser en el cuello, no vaya a ser :p
seve: Me alegro de que te guste. Ya ahora que lo dices... más que el primer encuentro, a mí me recuerda a cuando ella sabe que esta con él en el castillo. Cuando están atrapados en el tiempo.
Su primer encuentro fue algo mas... bucólico pastoril, creo yo.
MeiGhiHha: A ver nena, que esto es inventaaaado, que no exiiiste, no es real, no hay cuchara. Eso sí, el día que lo encuentre serás la primera en saberlo.
Besos a los dos.
No tenía nigún final para la historia. Habitualmente me pongo a escribir y las cosas me van saliendo, a veces mejor y a veces peor. Cuando escribo con un final claro las cosas no suelen salirme muy bien.
Me alegro de que te guste la historia anterior, eso sí, intentaré "sentirlo" más cuando me ponga escribir la próxima.
Y sí es una coincidencia la foto del árbol. Lo cierto es que buscaba un ambiente más urbano, a mi historia le iba mejor, pero de todas las que encontré esa me pareció la mejor.
Me ha encantado tu comentario, muchas gracias.
Un beso.
Me ha gustado. Una historia realmente interesante. Veo que he de rebuscar por la bitácora; puesto que puedo encontrar pequeñas joyas.
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