Caminaba.
Caminaba como en esa pesadilla que me atormentaba por las noches.
La arena era mi única compañía durante esos días y esas noches. La arena maldita que abrasaba mis pies. La arena infinita. La arena que me rodeaba. La arena que veía allá donde dirigiera mis ojos.
El calor quemaba mis pulmones con cada bocanada de aire que mi agotado cuerpo ingería. El sol llagaba mi piel... y yo enloquecía poco a poco. Cuatro días en ese infierno de arena habían ido matando mi mente poco a poco.
La desesperación me hacía llorar con cada paso que no podía dar y me hacía reir a carcajadas cuando mi cuerpo sacaba fuerzas para seguir avanzando.
Más de una vez había pasado por mi mente la idea de desplomarme y dejarme morir, pero el instinto de supervivencia que todos tenemos había hecho que la desechase.
Cuando distinguí un color diferente al de la arena no me lo pidía creer. Mis ojos se posaron por un momento en aquel punto y simplemente lo ignoré.
No era la primera vez que veía un espejismo, y no me veía capaz de recuperarme de la desilusión que había supuesto comprobar que no era real, que lo único real que me rodeaba era la arena maldita.
Sin embargo dirigí mis pasos hacia allí.
Cuanto más me acercaba más nítidas eran las formas. Árboles de un verde lujurioso, hierba recubriendo el suelo, agua...
Hasta me parecía que podía oirla, con su suave murmullo acariciando la hierba.
Todavía faltaba un poco, pero la simple visión de ese espectáculo proporcionaba a mi cuerpo una sensación de frescor que me puso la carne de gallina.
Y luego la sentí. Posé mi pie derecho sobre la hierba y noté que era suave, fresca. Era un cosquilleo agradable, totalmente diferente a la sensación de pisar arena. Notaba las briznas verdes entre mis dedos... pero no me lo podía creer.
Mi mente me decía que aquello era real, pero era tan bueno, tan increíble después del infierno que había pasado, que me negaba a aceptarlo.
Despacio, casi con miedo, me acerqué al agua. Acerqué mis labios a su superficie y saboreé el momento. Tenía los labios agrietados, secos, sin embargo, el escozor que noté al contacto con el líquido lo recordaré como la sensación más agradable, más tranquilizadora de mi vida. En ese preciso momento supe que no iba a morir, que el calvario que había aguantado había quedado en el pasado... y que era fuerte, mucho más de lo que yo, o cualquiera de los que me conocían, pensaba.
Y entonces bebí, olvidé todo y a todos, olvidé los porqués y olvidé los cuándos. Ahora sólo estaba yo.
3 comentarios:
"Divagaciones"
El resurgir..., el descubrimiento... o lo que ya sabía pero no quería aceptar...
vaia q cousas!
Deja las drojas ke son muy malas compañeras. :p
Interesante relato, pero lo que saco de el son cosas extrañas.... te pones a comer arena ardiendo que sabe dios que camello o dromedario meó y cagó en ella pensando que era agua.... Y sales fortalecida?... Ejem... en plan que?:
* ¡SOY RAMBO! ¡HE COMIDO ARENA DEL DESIERTO Y HE SACIADO MI SED!
* ¡JAJAJAJA!
* ¡AHORA VOY A COSERME UNA CICATRIZ QUE TENGO EN EL BRAZO CON LAS AGUJAS DE ESE CACTUS!
Na..., es q no pillo :p
PD: (Juer a veces no hay dios que lea las palabritas q pone el blogger para autenticarte ¿pdawoq? ¿Pero que cojones es eso?)
Besos.
Bah, ni caso, a mí me ha encantado. Describes muy bien los sentimientos y los pensamientos de la gente, yo soy incapaz.
Por cierto, llagar, de causar llagas o heridas, es con "ll".
iagox: Vamos a ver, alma de cántaro. ¿Te lo tengo que explicar todo?
En el relato, veo un oasis, pero mi mente no se lo puede creer. Es real, pero no me lo creo. No como arena.
Sin embargo, tu versión, la de Rambo, me ha hecho reir mucho... que cuando te pones majo... ;)
Lindalawen: Sí que eres capaz, sólo tienes que escoger un sentimento y recordar cómo te sentías tú cuando estabas así. Luego lo escribes y... ¡¡Tachaaan!!
Y la falta ya está corregida. Muchas gracias.
Besos (x2).
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