Se está tan bien en la cama.
El invierno avanza fuera, mandando nieve para hacer bonitas postales. El viento se estampa contra los cristales, retrocede y vuelve a intentarlo, como el lobo de aquel cuento que me gustaba de pequeña. El frío corta la cara a cualquier incauto que se atreva a enfrentarse a él. Y yo estoy en cama hecha un ovillo.
Las sábanas huelen al nuevo suvizante, Flores de no sé dónde, un nombre estúpido de esos que ponen siempre. Pero huele bien. Meto la cabeza bajo las ropas y cierro los ojos. Se oye el viento insistente. Sonrío. Estoy tan bien, tan cómoda, tan calentita...
Tanta pereza no es buena, así que me levanto para desayunar algo. Pensé que tendría más frío fuera de la cama, pero no, la habitación está templada. Fue buena idea dejar la cafección puesta por la noche.
Voy a la cocina y veo que el café está hecho. Hay tostadas con mermelada de frambuesa encima de la mesa, y un vaso con zumo. Recorro la casa buscando a otra persona, pero no hay nadie, estoy sola. Llevarse bien con las vecinas es estupendo, sobre todo cuando te encuentras cosas como estas.
El desayuno está muy bueno, el café en su punto, el zumo sin pulpa, las tostadas crujientes. El mejor desayuno que he tomado en mucho tiempo.
Decido encender la chimenea. El detalle que le falta al día de hoy. Me pasaré la tarde leyendo frente a la chimenea. No es algo que haga todos los días, así que me lleva bastante rato, pero al fin veo brotar las llamas.
Enciendo un cigarro y me lo fumo frente a la ventana, viendo cómo la nieve cae y deja una inmaculada manta sobre la tierra. El viento juguetea con los copos trazando complicados caminos en su trayectoria.
Nadie. No se ve a nadie. Si pudiese pintarse la soledad sería lo que yo estoy viendo ahora. Calma.
Un momento. Se ve a alguien fuera. Es una mancha oscura sobre el tapiz nevado, apenas se distingue. Me quedo allí, en la ventana, mirando como la mancha crece poco a poco, viendo como las formas se hacen nítidas. Todavía es difícil distinguir de quien se trata, pero esa manera de caminar...
Y poco después llaman a la puerta. Sé quien es. Pensé que nunca más vería a esa persona, ya me había acostumbrado a esa idea. Ahora que estaba del otro lado de la puerta sólo quería darle la bievenida, abrazarle y compartir con él el calor de mi casa.
Portaros bien.
6 comentarios:
Mmmm, me faltó el zumo juas juas (debo de ser la vecina, porque mi silueta no es como la de tu historia :p ).
Escribes muy bien. Y me gustan las fotos.
Besos.
Sinceramente pues prefiero una buena cocacola con dos donuts para mojar que todo el desayuno ese tipi inglés, de no me toques que me rompo y luego claro asi vienen las úlceras, gastritis y todas esas mariconadas por no saber desayunar como los españoles. Un par de huevos fritos y dos morcillas de burgos. Manda huevos estos europeos como desyunan, asi están de pálidos y esmirriaus.
Por fi, ya me he puesto la antirábica.
Pues que tiempo más raro hace en tu casa, hija...
aquí se está con un solecito ;p
iagox: Pero si la silueta no la he descrito...
Y las fotos de nieve casi siempre son bonitas (la del fuego es mérito de bluebellknoll).
Sele: Tu desayuno es muy rarito. Eres la primera persona que conozco que moja los donuts en la cocacola.
Jake: Es lo que tiene vivir en un sitio con microclima. Envidia que tienes de no tener un clima original :p
Besos (x3).
Ya me gustaría tener a mi unas vecinas que me cuidasen tan bien, son de éstas personas que se deben de cuidar para que no te dejen nunca.
Imagino que la sorpresa de recibir a alguien querido sin esperártelo es de lo mejor que te puede pasar en un día. El abrazo debió ser enorme :p
Que envidia...
Besos.
Las relaciones con las vecinas (si son vecinas de buen rollo) son así, hoy por tí, mañana por mí.
Y si recibir a alguien querido que no te esperas es una alegría, imagínate recibir a alguien querido que no esperabas volver a ver. Sin palabras.
Un beso.
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