Por la mierda del amor a distancia, entre este año y el pasado he estado varias veces en París.
París es una ciudad que me gusta bastante, especialmente por la noche, y he tenido la suerte de visitarla de una forma guay.
Cuando estuve en Londres me pegué una panzada de caminar que me dejó sin ganas de turismo para una temporada. Encima, los degenerados de los extrajeros tienen la contumbre de cerrar los sitios interesantes a las seis de la tarde, así que como no te des algo de vidilla te jodes y te no ves casi nada.
En cambio lo de París fue muchísimo mejor. Cada vez que iba escogíamos uno o dos sitios para visitar, tranquilamente, sin prisas. Y con este plan visité casi todo lo que quería de la ciudad.
Cuando quedaba un último viaje (luego los planes cambiaron y el último lo haré en unos días) todavía no había ido a ver la Torre Eiffel, pero tampoco tenía ningún interés en ir.
Cuando les comentaba a mis amigos que no había ido y que no quería ir se echaban las manos a la cabeza. Con los ojos fuera de las órbitas clamaban al cielo mientras me llamaban insensata.
- ¡Es una visita obligada! ¡Aunque no te guste tienes que ir! ¡No puedes decir que estuviste en París y no viste la Torre Eiffel!
En fin, que a regañadientes fui. Estaba atardeciendo y aquello estaba de bote en bote. Llegué, la vi por un lado, la vi por el otro, me puse debajo para tener otro ángulo y me arrimé a una valla esperando a que mi burri se aburriera de estar allí.
Al poco rato encendieron las luces. Colorines por aquí y por allá en un espectáculo que haría las delicias de un epiléptico. Pero oye, las luces tenían su gracia.
Y poco después nos fuimos.
Ahora, con conocimiento de causa, puedo decir y digo que la Torre Eiffel es una mierda. Es un andamio enorme, pero un andamio al fin y al cabo. Y el único mérito lo tienen los electricistas por cablear todo ese armatoste, he dicho.