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22.2.06

Ella

Después de siete años de noviazgo lo dejó.
No lo quería, nunca lo quiso.
Ni siquiera le caía bien.
Él estaba locamente enamorado de ella.
Pero a ella le era indiferente.
Dedicó la mayor parte de esos siete años a hacerle sufrir.
Conscientemente.
Tal como él había hecho con su ex.
No era mala persona.
De hecho, sus amigos la apreciaban por su bondad.
Simplemente era un trabajo.

Trabajar en Venganzas S.A. tiene inconvenientes.
Pero está bien pagado.

14.2.06

Historia de amor y desamor

Casimiro era un hombre felizmente enamorado. Mantenía relaciones desde hacía más de dos años con la criatura más maravillosa que existía en el planeta, Clotilde. Con ella había experimentado cosas que parecían olvidadas, abandonadas en el baúl del tiempo. La dulzura, las risas, la pasión...


Aprovechaba cada momento de su tiempo libre con ella, y para él, esos eran los mejores momentos del día.

Felisa, su mujer, era buena y trabajadora, se portaba bien con él, pero esos pequeños detalles que hacen que una relación funcione ya habían muerto, y él la veía más como una compañera de casa, como una socia, incluso como una madre, antes que como pareja, como esposa.

Trece años juntos y dos hijos sanos e inteligentes habían ido mellando esa relación que había empezado como un bonito cuento, lleno de proyectos e ilusiones. Con el paso de los años, esos proyectos se habían ido cumpliendo y esas ilusiones habían ido muriendo, así que Casimiro encontraba su matrimonio vacío.

Y así estaban las cosas cuando se fijó en Clotilde.

Al principio parecía una más, pero luego empezó a destacar por esas pequeas cosas que le robaron el corazón. Su inteligencia, su manera de rozarle la pierna en sus encuentros furtivos, sus ojos grandes y castaños que le miraban llenos de amor cuando le veís llegar y llenos de pena en el momento de la despedida.

Felisa no era una mujer tonta, y hacía algunos meses que sospechaba que a su marido le pasaba algo extraño. el trabajo en la granja era muy duro y sacrificado, y después de una jornada entregado a las labores propias del campo, Casimiro solía tumbarse en el sofá a descansar su espalda, resentida desde aquel día que se había caído desde lo alto del pajar, o bien se sentaba en las escaleras del porche, fumando un cigarro mientras contemplaba cómo el sol dejaba su manto anaranjado sobre la era.

Todo eso había cambiado. Ahora Casimiro salía a dar largos paseos al final de la jornada. Nunca le decía a dónde iba ni qué hacía.

Al principio ella había pensado que Casimiro iba a la tasca de Benito, en el pueblo, con lo que no le dio importancia, pero con el paso de los días vio que cada vez se arreglaba más, que no olía a cerveza cuando llegaba a casa y que su dinero para gastos no disminuía. Estaba extrañadísima, así que decidió seguirle.

Como cada día, Casimiro llegó a casa con cara de cansancio, se desnudó y se metió en la ducha. Estuvo una media hora acicalándose, y cuando salió del baño olía a una mezcla de colonia y gel de oferta del Carrefour. Se había peinado cuidadosamente y vestido con esos pantalones que tanto le gustaban. se acercó a ella, la besó en la mejilla y le dijo la frase de todos los días: "Me voy a dar una vuelta".

En cuanto cerro la puerta, Felisa se asomó a la ventana. Le vio caminar hacia el pueblo, con paso apresurado, hasta que desaperació tras los árboles del camino. Sin pensárselo dos veces, salió de casa y fue tras él.

No tardó en divisarlo, pero lo que vio la dejó más estupefacta de lo que ya estaba. Casimiro había tomado el camino del pueblo, sí, pero se había desviado y rodeaba la finca. Parecía que volvía a casa a escondidas.

Así era. Casimiro se dirigió a la entrada posterior de la finca y entró a hurtadillas en la caseta de las herramientas. Felisa no entendía nada.

A los cinco minutos vio como Casimiro volvía a salir, esta vez dirigiéndose al establo, donde volvió a desaparecer de su vista.

Cuando estuvo segura de que no la vería, Felisa también fue hacia allí. Lo que vio cuando llegó no se le borraría nunca de la memoria. Casimiro, su marido, con los pantalones bajados, con el culo al aire, follándose a Clotilde, la cabra que habían comprado en la feria de hacía dos años.

Felisa no sabía qué iba a hacer con su marido, con su matrimonio, pero lo que sí supo en ese mismo instante fue cuál sería la cena del día siguiente.

Clotilde en el apogeo de su hermosa relación de amor


Dedicado a todos los enamoraditos y enamoraditas que pululan por aquí.
Y a los que no lo están también, ¡qué coño!

10.2.06

Turín 2006

Por fin han empezado, y Google lo sabe.

¡Viva! ¡Viva!

4.2.06

Carta de "amor"

Querido ente, porque llamarte persona me parece demasiado.

Me he decidido a escribirte esta carta para que sepas, sin la menor duda, todo lo que siento por ti.
Voy a ir directa al grano, porque en estos casos no me gustan los rodeos.

Me das asco, me repugnas como ser humano y como ser viviente en el planeta. Todo lo lejos que consigo estar de ti me parece poco. Verte me da nauseas, y es para mí un esfuerzo infinito permanecer donde estoy cuando te veo aparecer.

Tus aires de superioridad, de gente chachi, superchula y enrollada, me sacan de quicio. Tu sonrisa amable que se convierte en puñalada trapera en cuanto giras la cara...

Es difícil despertar en mí sentimientos tan profundos, pero tengo que felicitarte, porque tú lo has conseguido.

No hay palabras para expresar con exactitud lo que pasa por mi cabeza cada vez que recuerdo tu inmunda cara, así que intentaré resumirlo de una manera exacta y entendible.

Te odio.